Amar a un hombre es también amar los bosques, las ramas, las hojas y las almas de todos los seres que lo pueblan como río de hormigas en espiral. Amar a un hombre es traicionarlo. Es decirle adiós y quedarse para verlo derrotado porque no es más que un lobo sin jauría ni luna llena. Es decirle me quedo y luego irse en la primera madrugada del verano.

Andrea Rocha.

Andrea, el personaje, la melancólica narradora que rememora anclada en un presente difuso, hojea el álbum familiar –los días azules y el momento de la desgracia–, atraviesa la historia del país de sus muertos y vuelve al presente convulso, muy lejos de lo más querido, siempre a la espera de grandes cambios en el último minuto. Puerto amor, “pequeño charco arrasado por el calor y la tristeza”, es el testimonio de un mundo extinto, destellos de la infancia, el amor y la muerte que llegan a nosotros como relámpagos en mitad de la noche.

Un libro escrito con la delicadeza de quien entra a una habitación y tantea en la penumbra, con las palabras, temiendo encontrarse. Un texto precioso.

Álvaro Castillo Granada