Entonces las chicheras, acostumbradas a hacer su chichita como forma de sustento, de generación en generación, decidieron preparar la bebida clandestinamente. Empezaban en la madrugada —tardísimo— y enterraban los barriles en la montaña —arriba-arriba; luego contrabandeaban el líquido. Se decía que algunas familias del barrio tenían, en sus baños y cocinas, una llave de la que salía agua y otra de la que salía chicha.

Juan Salazar Piedrahita

La Perseverancia, crónica de uno de los primeros barrios obreros del país, cuenta una historia que va mucho más allá de la leyenda negra del "nido de ladrones". Los relatos escuchan y piensan y narran la arquitectura, las familias y las políticas de blanqueamiento del Estado que caracterizan a los habitantes, la historia misma del barrio y sus prácticas como lo bárbaro, lo no-moderno, lo peligroso. El libro también aborda la delincuencia como un lugar de hábito —de crear identidad—, de adentro hacia afuera, y nos cuenta pequeñas historias —la chicha, el teatro, los cerros, Gaitán, el día de las velitas, la droga, la gentrificación— que transcurren en las casas y las calles y los corazones que dan forma al barrio popular bogotano.

 

Matoncitos que ascienden la cuesta del crimen, ancianas que cuidan carros para que no los roben los hijos de sus vecinas, niños que juegan en las calles, abandonados por padres que coronaron como ladrones en el extranjero, anarquistas y bohemios que se mudan buscando sustancia
en el arte, jíbaros y chicheras que protegen el negocio congeniando con los policías que aborrecen, pilotos de autos que se descuelgan de la misma cuesta, en caída libre... El sube-baja-sube de la vida urbana encerrado en unas cuantas cuadras empinadas.

Juan Salazar Piedrahita ha escrito una bella crónica, un coro de voces y de recuerdos disímiles, que rescata la historia de un barrio bogotano que parece tener los días contados. Como un enfermero que llega a auscultar si hay pálpito de vida, Salazar Piedrahita ha acercado su oído sereno y agudo. Y lo que ha escuchado es notable: no es el latido ensordecedor de la ciudad sino las arritmias de los vecinos de una aldea improbable. Y en esa representación de historias de risa y de pesar, de ilusiones imposibles y de triunfos trágicos, nos revela el alentador diagnóstico: La Perseverancia es un soplo incurable en el corazón de la ciudad.

Lorenzo Morales

La Perseverancia - Juan Salazar Piedrahita

$67.000
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Entonces las chicheras, acostumbradas a hacer su chichita como forma de sustento, de generación en generación, decidieron preparar la bebida clandestinamente. Empezaban en la madrugada —tardísimo— y enterraban los barriles en la montaña —arriba-arriba; luego contrabandeaban el líquido. Se decía que algunas familias del barrio tenían, en sus baños y cocinas, una llave de la que salía agua y otra de la que salía chicha.

Juan Salazar Piedrahita

La Perseverancia, crónica de uno de los primeros barrios obreros del país, cuenta una historia que va mucho más allá de la leyenda negra del "nido de ladrones". Los relatos escuchan y piensan y narran la arquitectura, las familias y las políticas de blanqueamiento del Estado que caracterizan a los habitantes, la historia misma del barrio y sus prácticas como lo bárbaro, lo no-moderno, lo peligroso. El libro también aborda la delincuencia como un lugar de hábito —de crear identidad—, de adentro hacia afuera, y nos cuenta pequeñas historias —la chicha, el teatro, los cerros, Gaitán, el día de las velitas, la droga, la gentrificación— que transcurren en las casas y las calles y los corazones que dan forma al barrio popular bogotano.

 

Matoncitos que ascienden la cuesta del crimen, ancianas que cuidan carros para que no los roben los hijos de sus vecinas, niños que juegan en las calles, abandonados por padres que coronaron como ladrones en el extranjero, anarquistas y bohemios que se mudan buscando sustancia
en el arte, jíbaros y chicheras que protegen el negocio congeniando con los policías que aborrecen, pilotos de autos que se descuelgan de la misma cuesta, en caída libre... El sube-baja-sube de la vida urbana encerrado en unas cuantas cuadras empinadas.

Juan Salazar Piedrahita ha escrito una bella crónica, un coro de voces y de recuerdos disímiles, que rescata la historia de un barrio bogotano que parece tener los días contados. Como un enfermero que llega a auscultar si hay pálpito de vida, Salazar Piedrahita ha acercado su oído sereno y agudo. Y lo que ha escuchado es notable: no es el latido ensordecedor de la ciudad sino las arritmias de los vecinos de una aldea improbable. Y en esa representación de historias de risa y de pesar, de ilusiones imposibles y de triunfos trágicos, nos revela el alentador diagnóstico: La Perseverancia es un soplo incurable en el corazón de la ciudad.

Lorenzo Morales